Los pasados 2020 y 2021 han representado un gran desafío para la actividad minera en todas sus categorías debido a la pandemia COVID-19 y a la crisis económica global.
Grupos radicalizados de nuestro país siguen adoctrinando e insistiendo en el “no por el no” a pesar del llamado de Naciones Unidas -y otras instituciones internacionales- a la minería a ser la “clave” para el cambio de paradigma energético.
Mucho se exige a las empresas mineras en cuanto a desempeño ambiental, y es correcto, pero, ¿cuánto se le exige al gobierno nacional o a gobiernos provinciales en cuanto a sostener los mínimos parámetros institucionales o democráticos? ¿O cuánto se le exige a la ciudadanía y los formadores de opinión en ser consumidores responsables o en dejar de lado los miedos impuestos por el eco-terrorismo e informase seriamente antes de opinar?
Las mujeres hemos dado un gran paso colaborativo en la industria minera y estamos dispuestas a seguir capacitándonos para ocupar diferentes puestos de trabajo en las áreas operativas, de seguridad y gerenciales. Así como se nos abrieron las puertas en la madre de industrias, vemos con mucho dolor e impotencia de qué manera se las cierran a comunidades enteras a través de una lucha muy despareja. Es inaceptable ver cómo la violencia y la barbarie pueden más que una decisión tomada democráticamente.
Mucho se puede decir sobre la falta de cohesión o las deficiencias comunicacionales del sector, de la falta de apoyo del gobierno nacional alegando que los recursos son de las provincias. Pero nada justifica las manifestaciones violentas que poco tienen de base ética, técnica o científica.
Brindemos por más minería y por más mujeres mineras.
¡Felices Fiestas!