Hablemos de redes y “networking”

El networking es una práctica desarrollada por profesionales que busca crear y aumentar una red de contactos. Pero para profundizar en este tema con claridad, es necesario hablar primero de las redes y distinguir ambos conceptos. 

Por Solange Grandjean, comunicadora especializada en género y miembro de WIM Argentina

Las redes son colecciones de personas unidas por un interés o una experiencia común. Un grupo de contactos. Los contactos están en redes profesionales, entre vecinas/os, amigas/os, conocidas/os. El networking se refiere a las acciones concretas para insertarse, desarrollar y circular por redes profesionales. Es la construcción de relaciones y redes de apoyo. Ayuda a comprender el sistema en el que trabajamos, brinda consejo y respaldo moral, provee información y feedback.

“Tradicionalmente los hombres hacen networking para mantener su propio poder, las mujeres lo hacen para dar soporte o apoyo a otra gente o al poder de otros.”

El concepto de la OBN – Old Boys Network, es una red de chicos que estudiaron pupilos en prestigiosas escuelas de varones de Inglaterra y, en esta edad gregaria, armaron una red de contactos que en el futuro serían las conexiones sociales y comerciales que les permitirían ocupar altos cargos en las diferentes esferas del poder, tanto político como comercial o universitario, entre otros. 

Se hace así referencia a la preservación de las élites sociales en general. El “club de los viejos muchachos” es un concepto todavía muy poderoso, especialmente en los ámbitos donde las mujeres son las recién llegadas. El costo de exclusión puede ser muy alto. De allí surge la frase familiar: «No es lo que sabes, sino a quién conoces», que se asocia con esta tradición. 

En el caso de las mujeres profesionales, suelen avanzar en sus carreras a través del trabajo solitario, restando importancia a la construcción de redes. Todavía persiste la dificultad, y a veces los prejuicios y estereotipos, de incorporarse a “redes informales”. Otro tema importante es el doble rol de las mujeres, lo que impide el acceso a estas redes por escasez de tiempo.

Tipos de redes

Las redes profesionales pueden ser abiertas o cerradas. Ibarra & Hunter identifican tres tipos primarios de redes fundamentales para el desarrollo profesional: 

Personales: Espíritus afines personales fuera de su organización que pueden ayudar con el avance personal, como ser grupos de exalumnos, clubes, asociaciones profesionales y comunidades de interés personal.

Operacionales: Personas necesarias para realizar tus tareas rutinarias asignadas. Individuos que puedan bloquear o apoyar un proyecto, por ejemplo.

Estratégicas: Personas fuera de tu control que te permitirán alcanzar objetivos organizacionales clave. Un ejemplo de esto son las relaciones laterales y verticales con gerentes funcionales y de unidades de negocio, y otras personas determinantes en áreas externas a la propia.

Lo más importante es que el trabajo de Ibarra sugiere que los líderes necesitan poseer los tres tipos de redes, y no sólo una o dos. “Las redes personales son en gran parte externas, conformadas por vínculos discrecionales con personas ajenas al lugar de trabajo con las que tenemos algo en común. En consecuencia, lo que hace poderosa a una red personal es su potencial de referencia. Según el famoso principio de seis grados de separación, nuestros contactos personales son valiosos en la medida en que nos ayudan a llegar, en la menor cantidad de conexiones posibles, a la persona lejana que tiene la información que necesitamos” (Ibarra & Hunter, 2007).


Se llama seis grados de separación a la idea que intenta probar que cualquier persona puede estar conectada a cualquier otra a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios (conectando a ambas personas con sólo seis enlaces). La teoría fue inicialmente propuesta en 1929 por el escritor húngaro Frigyes Karinthy en un cuento llamado “Láncszemek” (“Eslabones”). El concepto está basado en la idea de que el número de conocidos crece exponencialmente con el número de enlaces en la cadena, y sólo un pequeño número de enlaces son necesarios para que el conjunto de conocidos se convierta en la población humana entera. 

Conocemos a un gran número de personas a lo largo de nuestro día a día, y estas a su vez a otros tantos, que a su vez también tendrán otros tantos. A la larga, el número de personas interconectadas irá creciendo exponencialmente, haciendo cada vez más fácil que con el tiempo encontremos contactos en común con el sujeto objetivo.

Idea recogida también en el libro “Six Degrees: The Science of a Connected Age», del sociólogo Duncan Watts, se asegura que es posible acceder a cualquier persona del planeta en tan sólo seis “saltos”. En 1967, el psicólogo estadounidense Stanley Milgram ideó una nueva manera de probar la teoría, que denominó “El problema del pequeño mundo”.

El experimento de Milgram consistió en la selección al azar de varias personas del medio oeste estadounidense para que enviaran tarjetas postales a un extraño situado en Massachusetts a varios miles de millas de distancia. Los remitentes conocían el nombre del destinatario, su ocupación y la localización aproximada. Se les indicó que enviaran el paquete a una persona que ellos conocieran directamente y que pensaran que fuera la que más probabilidades tendría, de todos sus amigos, de conocer directamente al destinatario. Esta persona tendría que hacer lo mismo y así sucesivamente hasta que el paquete fuera entregado personalmente a su destinatario final. Aunque los participantes esperaban que la cadena incluyera al menos cientos de intermediarios, la entrega de cada paquete solamente llevó, como promedio, entre cinco y siete intermediarios. Los descubrimientos de Milgram inspiraron la frase “seis grados de separación”.

En el año 2008, Microsoft llevó a cabo un estudio con el que se comprobó que, de forma aleatoria, dos personas están conectadas entre sí por no más de 6,6 grados de separación. Para ello, el gigante tecnológico utilizó 30.000 conversaciones electrónicas de 180 millones de usuarios de su servicio de mensajería instantánea Messenger. El estudio se basó en la hipótesis de que dos personas se conocían si habían intercambiado un mensaje de texto. Los expertos descubrieron que cualquier par de usuarios de esta red social estaban interconectados por una media de otras seis o siete personas, aunque es cierto que en determinados casos fueron necesarios hasta 29 eslabones. 

En 2011, la red social Facebook llevó a cabo otro análisis similar en el que demostró que los grados de separación entre dos usuarios alternativos era de 3,74 eslabones.

Según esta teoría, cada persona puede llegar a conocer, de media, a unas 100 personas. Si cada una de estas personas se relaciona con otras 100, cualquiera puede ser capaz de contactar con 10.000 personas más. Si cada una de estas 10.000 conoce a otras 100 personas, la red se amplía hasta el millón.

Como vemos, el networking potencia nuestros contactos y nos abre un mundo de posibilidades. Nuestro capital social, es decir el conjunto de recursos actuales o potenciales relacionados con la posesión de una red durable de relaciones, es fundamental para nuestro desarrollo.

El ideario popular suele afirmar que no importa lo que sepas, sino a quién conozcas. La realidad es que es fundamental lo que sepas, y aún más importante a quién conozcas. Pero hay otra variante, muchas veces desaprovechada, que es la de saber quién conoce a quién que conoce a quién que conoce a quién.Por estos motivos es muy importante invertir tiempo y dinero en el networking, sobre todo para las mujeres. Desarrollar esta red de contactos es una estrategia fundamental para poder fortalecerse y desarrollarse laboral y profesionalmente. Estos espacios generan una plataforma de lanzamiento desde donde actuar y permiten la práctica de habilidades que de otra forma serían difíciles de lograr. Son espacios por donde fluye mucha información necesaria e importante. Generan conocimiento multidisciplinario, multisectorial y multinacional.