El Proyecto Integrado MARA (Minera Agua Rica-Alumbrera), en Catamarca, es un caso único en el mundo de minería sustentable con control comunitario y foco en el cuidado ambiental.
A más de 2.600 metros sobre el nivel del mar, y con lluvias escasas, no crecen árboles. Apenas crecen arbustos. En el semidesierto de altura de la pre-cordillera catamarqueña, todo es cielo y piedra. La vegetación nativa es rústica, achaparrada. Así aguanta las heladas, los vientos y los soles de los cerros que alguna vez fueron parte del Imperio Inca.
Ahí, a 400 kilómetros de Catamarca capital, en plena montaña, a pocos kilómetros de Belén y de Santa María se instaló la minera La Alumbrera a mediados de los 90. Después de casi tres décadas de explotación, la mina va cumpliendo su ciclo. Sus instalaciones se utilizarán para procesar el mineral de Agua Rica, un yacimiento cercano. Será el Proyecto Integrado MARA (Minera Agua Rica-Alumbrera), un caso único en el mundo de minería sustentable con control comunitario y foco en el cuidado ambiental.
En minería todo es de largo plazo: se piensa a 30, 40, 100 años. Por eso en los 90, ya los ingenieros y geólogos de La Alumbrera previeron que, décadas más tarde, una vez retirada la roca con mineral, habría que revegetar las zonas donde hubo movimientos de suelos para dejarlas lo más parecidas posibles a como estaban originalmente. Llegó el momento: las 270 hectáreas de roca removida (los botaderos) se cubren ahora con una capa de tierra capaz de recibir y hacer germinar vegetación de la zona, se preparan los plantines y comienza la plantación.
¿Cómo se hace?
La Alumbrera contrató una empresa del oeste catamarqueño, Yokavil, cuyo personal es originario de las comunidades cercanas a la mina: Belén, Santa María, San José y Quilmes. Trabajan codo a codo un ingeniero agrónomo, una ingeniera paisajista y cinco viveristas. Su tarea es producir plantines de vegetales autóctonos en viveros especialmente diseñados, a la vez que preparan los suelos de los antiguos botaderos.
Luego, artesanalmente, uno por uno, se colocan los plantines y los riegan hasta que prenden. Son especies nativas que forman parte del ecosistema local (retama, cachiyuyo, jarilla, romerillo y suncho) que se seleccionaron por su presencia en la zona y su facilidad para reproducirse en invernaderos. Ya llevan plantados 13.700 y al final del proceso, en 2026, serán más de 700.000.
Rodrigo Fidel Yapura, oriundo de Santa María, explicó: “El guano (que se usa como fertilizante) se compra a pobladores de la localidad de Paloma Yaco, departamento Santa María, y se lo utiliza para echar a las plantas que nosotros trabajamos”.
Hugo Escudero, de la localidad de El Tesoro, aseguró: “Vamos muy bien y avanzados con el tema de las plantas. Traemos las semillas desde El Cerrillo, Punta de Balasto o El Desmonte. Estamos agradecidos con la Madre Tierra, porque venimos de una zona en la que siempre hemos respetado a la Pachamama. Nosotros, antes de hacer la plantación, pagamos y damos gracias a la Pachamama y de ahí hacemos las plantaciones. Nos sentimos orgullosos de nuestro trabajo y esperamos que continúe mucho más”.
Los cóndores cruzan la inmensidad del cielo catamarqueño. Abajo, piedra. Pero ahora asoman manchones verdes de retama, jarilla o suncho.
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