En la minería andina la mujer tuvo un papel subordinado hasta mediados del siglo pasado. En la vieja minería subterránea su presencia estaba relegada o directamente prohibida. Es más, curas y mujeres eran considerados responsables de accidentes o cualquier desgracia que allí ocurriera. El diablo, decían, no les perdonaba su presencia.
Por Ricardo Alonso, geólogo y docente, Universidad Nacional de Salta
Solo hombres podían bajar a la profundidad de los socavones, extraer los minerales, pagar tributo en ofrendas y finalmente salir a la superficie y participar del raro sincretismo con santos y vírgenes católicos. Tal es el caso de la famosa «Virgen del Socavón» en Bolivia. O el culto destinado a Santa Bárbara, patrona de los mineros y especialmente de aquellos cuyas vidas dependen del manejo de los explosivos.
Las palliris
En los campamentos mineros, fuera de las tareas hogareñas, el único rol directo de las mujeres era el oficio de las palliris. Pallar en quechua es separar, seleccionar, clasificar y efectivamente las palliris se dedicaban a separar o clasificar el mineral en rico o pobre, en mena y ganga, pesado o liviano. Podían pasar horas martillando los metales en la «boca mina» o en las «canchas minas», lugares donde se extendía el mineral que salía del interior de los socavones.
En las más adversas condiciones meteorológicas como las que reinan en las alturas montañosas donde dominan el frío congelante, la hipoxia y la hipobaria. Manuel J. Castilla, el gran poeta salteño, les dedicó a las palliris uno de sus más sensibles poemas en el libro Copajira. Recordemos su primera estrofa: «Qué trabajo más simple que tiene la Palliri/ Sentada sobre el cáliz de su propia pollera, /elige con los ojos unos trozos de roca/ que despedaza a golpes de martillo en la tierra». Y lo completa con una bella metáfora: «Y no sabe que a ratos, entre sus brazos recios, se le duerme el martillo como un niño de hierro».
No me lo contaron, he visto trabajar duramente a las palliris en minas de Bolivia y Perú, algo que se ha mantenido en el espacio y en el tiempo. Personalmente dirigí la exploración de boratos en la Puna argentina para la vieja empresa Boroquímica Samicaf en la década de 1980. El departamento Exploración, con perforistas, ayudantes, choferes y otros roles, tenía una sola mujer, doña Catalina Salva de Vilca, una magnífica cocinera.
Las mujeres en la nueva minería
Hoy, con la nueva minería, las mujeres ocupan los roles más importantes, desde cargos gerenciales y jefaturas profesionales y técnicas, hasta perforistas o choferes de grandes maquinarias o camiones. Esto fue posible al pasar de la vieja minería vetiforme subterránea a la nueva minería tecnológica, ambiental y socialmente responsable.
En las minas subterráneas el diablo era el dueño absoluto, pero en la nueva minería a cielo abierto y a la luz del día su rol quedó desvanecido dentro de la mitología de los socavones andinos. Podría decirse que el diablo se quedó sin trabajo y la mujer pudo ganar espacios antes vedados. Estos cambios de paradigma finiseculares no han sido todavía estudiados en su profundidad filosófica y sociológica.
A pesar de haber sido invisibilizadas, hay sin embargo algunas mujeres emblemáticas que dejaron su huella en la minería del noroeste argentino. Por ahora el primer caso lo encontramos en un documento de Indias del siglo XVIII. Es la mención a Catalina Alfaro, dueña de minas en lo que hoy es la región de Bajo de la Alumbrera en Catamarca. Minerales que se procesaban en el ingenio metalúrgico de Campo del Arenal, en el extremo sur del Valle Calchaquí – Yocavil. Para más información puede consultarse el libro: Alonso, R.N., Solís, N.G., Silva de Cruz, E. y N.H. Robles, 2018. Historia Minera Colonial. Documento Minero Inédito del Noroeste Argentino en el Archivo General de Indias (1760). Mundo Gráfico Editorial (208 p., Salta).
Ascensión Isasmendi, viuda de Dávalos, fue la primera empresaria minera de Salta que explotó boratos en el sur del salar del Hombre Muerto. Ella extrajo ulexita de las minas Calchaquina y Providencia a fines del siglo XIX. También tuvo propiedades boratíferas en el salar de Diablillos.
Annie Mulryan O’Neil, viuda de Sorich, participó de la explotación de boratos en la mina Triunvirato de Tres Morros en las Salinas Grandes de Jujuy a fines del siglo XIX y primera década del siglo XX. Fue una joven norteamericana recordada por su belleza, energía desbordante, vestida a lo cowboy, con un colt al cinto y un Winchester a la espalda. Dueña de una tremenda autoridad, imponía orden y respeto en la región de El Moreno, donde estaría enterrada.
Lola Mora dejó el arte para dedicarse en las últimas décadas de su vida a la explotación de esquistos bituminosos y la exploración de metales preciosos, además de cobre y azufre. A lo largo del siglo XX muchas mujeres comenzaron a ocupar lugares en distintos roles. Entre quienes solicitaron concesiones mineras, de acuerdo con los padrones oficiales, se tiene en la década de 1920 a María Lavalleto de Jiménez (mina de asfalto «Buena Suerte», dpto. Humahuaca); en la década de 1940 a Emilia H. Senillosa de Pearson (mina Victoria, estaño, Susques), Sofía Rosenzwaig de Maranz y Clara Rosenzwaig (mina Presidente Yrigoyen, azufre, Susques), Lindaura B.C. de Del Campo (mina La Afortunada, turba); María Angélica P. de Tanco (mina Tusaquillas, wolfram), Julia Rosa Bertrés (mina Santa Julia, plomo), Elena T. Álvarez (mina Luisa Stael, vermiculita), Isabel B. Muro; en la década de 1950 a Ana T. de Cvitanic, María Tominovich (ónix), Nemesia Torres de Schain (mina La Elvirita, bismuto, La Poma), Isabel R. de Sánchez (minas Rosario y Emilia), Ana Isolina P. de Maciel, entre otras.
El geólogo Ricardo Battaglia, en sus apuntes mineros, recuerda a Beatriz Fabián, una pastora nativa y muy gaucha de los parajes Olajaca y Batín, donde dispone de refugio de emergencia en el salar de Incahuasi y el volcán Aracar. Madre de Romualdo Fabián, experto baqueano para acceder a mina Frontera (magnetita) al norte del salar de Incahuasi y suegra de Secundino Gutiérrez, joven pastor conocedor de los volcanes Chivinar y Guanaquero; Doly Yapura, prospectora y productora de cuarzo, mica, berilo en las pegmatitas del este salar de Diablillos y en el distrito del Cerro Tacuil, departamento Molinos; Pascuala Vacazur, dueña de un proyecto familiar para la producción de sal común para uso industrial por medio de raspado mecánico en las Salinas Grandes salteñas (mina Júpiter); Dora Pintos, con hospedaje y comida en la Estación Salar de Pocitos y salvavidas de prospectores errantes; Doña Teresa y su hija Griselda que atendieron durante décadas el restaurant y alojamiento de Alfarcito donde paraban todas las comisiones mineras que iban a la Puna.
En igual sentido merece recordarse a Ema Choque, de Olacapato, que brindó albergue, comida y combustible a las comisiones mineras y también el apoyo que brindaba a los mineros en la escuela de Santa Rosa de los Pastos Grandes su directora Dionisia Rodríguez.
Además de los nombres de minas dedicados a próceres, santos, provincias, regiones, países, en general recibían nombres de mujeres especialmente un homenaje a esposas, madres o hijas de mineros. En los salares de Cauchari y Olaroz se registraron con nombres de mujeres las siguientes propiedades: Delia, Francisca, Carmen, María, Elena, Alicia, Clarisa, Paulina, Esther, María Esther, Clemencia, Graziela, Linda, Emma, María Teresa, Julia, Rosa, Isabel, Teresa, Fidela, Josefina, Mercedes, Esperanza, Marieta, Lucinda, Clorinda, según el padrón de 1942.
La famosa mina Julia, del yacimiento de azufre de La Casualidad, es uno de esos casos emblemáticos. Y cientos de otros nombres femeninos en los padrones mineros de las provincias. Muchos de los conceptos aquí desarrollados fueron parte de una entrevista televisiva realizada al suscripto en la Ucasal en el marco del “Día Internacional de la Mujer en Minería” que se celebra los 15 de junio. En el caso de Salta, la más alta responsabilidad minera recae hoy en dos mujeres que son la jueza de Minas, Dra. María Victoria Mosmann y la secretaria de Minería y Energía, Ing. Flavia Royón.
En ambos casos fueron las dos primeras mujeres en ocupar esos cargos que tradicionalmente habían sido ocupados por hombres. El crecimiento de la matrícula femenina en geología, ingeniería de minas y en las tecnicaturas mineras habla a las claras de la importancia creciente de la mujer en la nueva y moderna minería.