Por Celeste González, Directora de WiM Argentina para Futuro Sustentable
Algunos de los sucesos más recientes que integran el debate público relacionado a la minería me llevaron a reflexionar sobre el significado de esta actividad, tan cercana y de utilidad cotidiana, tan necesaria para un futuro más sustentable, pero a la vez tan desconocida, distante y demonizada. Quizás por la gran distancia que existe entre los grandes centros urbanos y las minas, lejanía que vuelve por momentos invisible el aporte realizado por este sector productivo.
Cierto es que lo social es multicausal y son ampliamente diversos los enfoques y las miradas respecto a por qué existe tamaña resistencia en algunos sectores de nuestro país respecto a la activación de la industria (pese a las sobradas garantías existentes desde el ámbito científico de que es posible -y necesario- conjugar minería y desarrollo). Pero creo, desde este humilde intento de análisis, que aunque la historia personal y el contexto son un pilar central en la conformación de nuestra cosmovisión (singular y colectiva), ésta, llevada al plano social, también puede verse atravesada por sesgos que deben reducirse a la menor medida posible mediante las consideraciones socioambientales, legales, técnicas, económicas y políticas necesarias para garantizar un desarrollo genuino y epistémico de la sociedad en su conjunto entendiendo los múltiples desafíos que enfrenta la humanidad.
En un mundo donde la tecnología y la adopción de esquemas sustentables tienen a la producción de minerales como un eje indispensable y denominador común, entiendo en el «no por el no» una salida fácil que no libera a los argentinos de los planteos fundantes de su presente y futuro. Para poder alcanzar en un atisbo de reflexión cierto estadio de madurez, podríamos, por ejemplo, empezar por preguntarnos: ¿Es la minería indispensable para nuestra sociedad? ¿Pueden los países medir, controlar y legislar los efectos de esta y otras actividades productivas? ¿Existen instrumentos técnicos y contemplaciones socioambientales para cuantificar el impacto de la minería? ¿Es posible garantizar el desarrollo minero sin perjuicio de la soberanía y en beneficio de la comunidad general? ¿Se puede hacer minería de forma sustentable? Probablemente la confusión generalizada y la instauración mediática de ciertos eslóganes vuelva a esta conclusión sorprendente, pero la respuesta a todas estas inquietudes -que también nos hicimos y hacemos dentro de la industria minera día a día- es que sí. Sí es posible conciliar minería y desarrollo. Sí es posible pensar en la minería como una industria más dentro del concatenamiento productivo nacional necesario para sacar a nuestros conciudadanos de la pobreza y la desesperanza.
Para que esto sea posible, el debate público debe orientarse hacia terrenos de mayor intercambio en los que la ciencia, los cuerpos profesionales y todas aquellas personas comprometidas con esta temática puedan servir como agentes de unión y claridad en medio de la neblina. Y para ello, debemos resaltar la importancia de analizar nuestra propia epistemología individual; es decir, repasar desde dónde hablamos cuando hablamos, cuáles son nuestras fuentes y hasta qué punto cruzamos nuestras ideas y nociones personales con otras realidades.
Pese a que tanto en mi caso (como en el de muchas otras mujeres que formamos parte de esta industria) siento una pasión inexorable por esta actividad; porque fue parte de mis orígenes, de mi historia personal, porque me llevó a realizarme como mujer y como ciudadana comprometida por mi país, jamás quisiera que sean mis palabras, o mejor dicho mis disposiciones individuales, las tenidas en cuenta a la hora de decidir sobre si hacer o no minería. Probablemente mis valores subjetivos se inclinen hacia una visión particular sobre la temática que nos interpela. Pero sí quisiera que esta decisión se dé fruto del rigor científico, de la palabra de quienes estudian nuestro ambiente, nuestra geología y también nuestra cultura, todo ello bajo la imprescindible validación social. Sólo a través del consenso podemos decidir y apostar por una u otra actividad económica, y sólo desde la unidad y el respeto, trabajando sin sesgos y tomando la mejor evidencia posible podremos inclinar el debate minero hacia una mayor claridad. Porque al fin y al cabo, el debate sobre la minería no es un debate estrictamente minero, es un debate central respecto a cómo queremos desarrollarnos y a cómo los argentinos eligen vivir su vida en comunidad.